En una descripción de la época se les califica de «grandes monos, tan hábiles que, bien adiestrados, son capaces de ocupar el lugar de un criado». Las crónicas de los descubridores suelen ser muy subjetivas: «caníbales bárbaros, que sacrifican a sus prisioneros», «negros, que adoran al demonio», «desde la más tierna infancia tienden a la inmoralidad y se hacen cortes lastimosamente en el rostro y en el cuerpo y se los pintan de colores para mayor ostentación». El desconocimiento inicial fue seguido de justificaciones interesadas.
La idea de un «negro bárbaro» es una creación europea que continuó ejerciendo sus efectos sobre Europa hasta los inicios del siglo veinte (Leo Frobenius).
En 1704, en una enciclopedia, la última palabra de la ciencia, decía: «Los africanos suelen ser negros y se les llama negritos o moros. Son viciosos, salvajes, crueles y muy fuertes, y cada año, se venden gran cantidad de ellos como esclavos a los europeos».
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